Santa Mónica fue una mujer común y corriente de su tiempo, apenas si tuvo algunas raras experiencias de visiones que le permitieron seguir andando con esperanza por este suelo; Las noticias que tenemos sobre ella nos las dejó nada más y nada menos que su hijo Agustín. El la presenta como una persona que fue haciendo camino al andar tras los pasos de Jesucristo y que se fue desarrollando como mujer dentro de la cultura en que le tocó vivir: niña traviesa que llegó a aficionarse al vino. Al llegar a la edad permitida por la ley romana, apenas púber fue entregada a un hombre algo mayor que ella y que, aunque jamás la golpeó, tenía un temperamento violento y varias mañas. Madre carnal y, sobre todo, moral y espiritual de al menos tres hijos que le dieron motivos para no dormir de un tirón varias noches de su vida. Amiga, servidora y consejera de sus jóvenes vecinas y de muchos siervos de Dios; en su madurez se mostró fuerte y comprometida en la vida social y política de su tiempo y como una matrona a veces un poco resistente a adaptarse a las costumbres de otras comunidades cristianas en las que le tocó vivir. Fue madre solicita y abuela llorada; tal vez mejor nuera que suegra... ¡Cuántas dificultades existen también hoy en las relaciones familiares y cuántos padres están angustiados porque sus hijos se encaminan por senderos equivocados! Mónica, mujer sabia y firme en la fe, los invita a no desalentarse sino a perseverar en la misión de esposos y padres, manteniendo firme la confianza en Dios y aferrándose con perseverancia a la oración.