Una novela histórica que pone de manifiesto el espí ritu y el corazón de San Ignacio de Loyola y nos descubre un cuadro apasionante de la época en que vivió. Don í ñigo de Loyola y Licona, soldado y aristócrata, yace en el lecho del dolor recuperándose de una herida que ha recibido en el sitio de Pamplona. Sus pensamientos se encadenan en dos direcciones diferentes. Por una parte, está su carrera, cuajada de éxitos como Caballero de Su Majestad el Emperador; una ascensión de honores y una posición envidiable desde la que mirarí a con orgullo a los ojos de la que podrí a ser su Dama. Pero por una grieta de esos pensamientos, que habí an sido siempre tan alentadores, se filtra una luz centelleante: se ve a sí mismo camino de Tierra Santa, como Caballero de Dios, descalzo, comiendo solo hierbas, mortificando su carne, subiendo por la estrecha senda que conduce al castillo del mismo Dios. Pero ¿qué tí tulos podí a él poseer para aspirar a la compañí a de los Santos? Ninguno. Era un pensamiento absurdo. No obstante... San Agustí n... San Francisco... ¿no se habí an enfrentado con una situación semejante? Siente el irresistible impulso de romper con todo su pasado y, además, aquello era algo que no admití a demora. Desde ese momento, la vida de Ignacio cobra todo su sentido.